Me encanta ir al cine a las horas que sé que seré (casi) la única en la sala. Hoy éramos cinco, un lujo dentro de una urbe donde es complejo estar sola.
La película escogida ha sido Paradise is burning, una historia que a mí me tiene aquí escribiendo sobre ella y todo lo que ha desencadenado porque lo que se narra existe aunque lo veamos de lejos, porque tiene una banda sonora impecable, para bailar y para evadirse, y por esas actrices de las que sales enamorada y sacudida.
Nada de lo que cuente a continuación tiene una conexión directa con la película, o sí, qué sé yo del entramado de hilos que hace cada una. Pero a mí el ver el instinto de supervivencia de Laura, Mina y Steffi, mirando sus cartas y jugando a lo que saben, con lo que tienen, con lo que aprenden, me ha hecho pensar en mis propias imágenes.
He estudiado 5 años y medio la carrera de Periodismo. Hice un posgrado de Experta en Gestión cultural, otro de Marketing Digital, algún curso de profe de español, narrativa, relatos, y todos los cursos (dejados a medias, por supuesto) que he ido cosechando en Domestika, por si acaso. Y todo esto, para mirarme la quemadura que me hice el otro día con el horno del Levaduramadre donde trabajo hoy.
No siento que sea un mal lugar, siento que hay algo más y no sé muy bien por qué dirección viene, hacia dónde tengo que seguir mirando.
Otros días, como ahora a la salida del cine, pienso en si no estaré huyendo hacia adelante en una ciudad que da pocas más opciones que esta. En si estoy resoplando y cogiendo aire para el próximo asalto, o voy a tardar mucho en volver a dar el golpe que realmente sacuda las circunstancias para recoger todo lo que quiero ser.
De vuelta a casa intercalaba la gymkana de obras y bares de la realidad con escenas de la película, y pensaba que Madrid es un lugar lleno de obstáculos, pero donde siempre hay un pub donde bailar cumbia, disociarse con electrónica o cantar un clásico como el de Aventura que ha sonado en los Renoir.
Aquí, en la capital donde tantos vienen a buscar oportunidades para algo, he vuelto a pensar en el dinero como algo que se acaba y que hay que buscar con el cuchillo entre los dientes. De hecho, esta misma mañana hablaba con la psicóloga de que la profesión como una forma de lucha es una idea que tengo fijada, no una certeza irrebatible, pero a ver cómo consigo creérmelo de una vez sin tener que parar a hablar conmigo cada cierto tiempo.
Madrid me pone en modo supervivencia, no desde una realidad tan brusca y hostil como en Paradise is burning (en serio, tenéis que verla), pero sí he reconocido esa actitud que acciona mientras confía en la suerte, en la mano amiga y por qué no decirlo, en un vasito -o dos- de vino.
Y mientras pensaba en que esta ciudad sin una valla que te haga cambiar el circuito no sería lo mismo, también miraba al cielo y los tejados de La Latina desde el Puente de Segovia y me reconocía como una mujer afortunada por las calles que paseo cada día de vuelta a casa. La contradicción instantánea, qué gran válvula de escape y reequilibrio mental.
Os incito a ir al cine lo más a solas que podáis. Os incito a aprender a diferenciar (yo no sé muy bien aún) idea de certeza, la lucha real de la hipótesis de que suceda. Os incito, en general, a visitar muchas historias ajenas, en papel, pantalla o auriculares, para entender y relativizar mejor la vuestra.
Poco más quiero añadir, porque es mi primer día de regla, así que solo quiero publicar estos disparos mentales que me han venido en el cine, leer con calma y beberme una coca cola. A vosotras, ¿qué reflexión se os ha colado hoy?
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