Muerte al pachuli, y viva el amor.
La verdad es que es un pequeño milagro que dos personas coincidan en tiempo, ganas y herramientas similares para elegir conocerse, desearse, quedarse.
Este fin de semana se casa una de mis mejores amigas, una de las personas que más ha buceado en mis emociones y con la que he intercambiado reflexiones que nos han salvado a ambas de la intensidad desproporcionada y han servido de espejo y recordatorio infinidad de veces.
Sé quién es, de dónde viene y lo que ha aprendido para llegar a vestirse de blanco junto a un hombre maravilloso que ha caminado con ella alimentándose casi de los mismos pasos.
No ha sido fácil, porque construir un nido emocional en la era del material de construcción barato es asumir el desplome o elegir despacio, y a veces, con tanto ruido de fondo, una no sabe en cuál de las dos opciones se está metiendo.
Pero lejos de meterme en estas profundidades, que me las reservo para llorarlas todas el sábado, me he acordado a través del tufo ajeno del Pachuli, un hombre que tenía todo…menos el olor adecuado.
Lo que yo os decía, milagros que no suceden porque falla algo ínfimo pero determinante.
Odio el olor a pachuli, vamos a partir de esa base fundamental. No hace falta que diga a qué olía este muchacho, que era atractivo, interesante, tenía una cazadora que todo el tiempo pensé en robarle y hacerme la despistada, escuchaba música que tendría en cualquiera de mis listas, tenía historias que contar. Pero el pachuli estaba entre nosotros en cantidades, yo diría, algo exageradas.
Lo típico de voy a seducir y me hecho unas gotitas de más, vaya.
Os prometo que yo quería centrarme en lo bueno, pero tenía que respirar. Y respiraba su olor. Y yo tenía nauseas y solo podía pensar en joder, cómo es posible que un aroma inunde una opinión, unas ganas, una curiosidad. Todo borrado por un olor que debería ser desterrado de este planeta y de Marte, por si un día me toca ir allí a vivir.
Creo que con los años me he vuelto más sensible a los aromas. El pachuli ya te lo detecto casi a 25km a la redonda, y lo tolero infinito menos que un sudor que emana en el momento adecuado.
Sé que este superpoder innecesario no me ayuda nada para quitarme la etiqueta de soltera, pero esta semana me siento esperanzada, algo más utópica que de costumbre, porque en unos días brindaré con vino por un match de Bumble donde todo fue más rápido de lo previsto, con un viaje improvisado e intenso de por medio, aprendizajes muy verbalizados y sobre todo, AMOR.
Así que voy a observar mucho a ver si el próximo día puedo compartiros una receta para estar, confiar y gozar en calma y en compañía, y dejamos los recuerdos olorosos para otra ocasión.
PD: Si has llegado hasta aquí y tienes una anécdota aromática similar, me encantará recibirla en el correo o en comentarios y echarnos unas risas.
¡Gracias por leer esta sucesión de divagaciones!