La vida en un gabinete de curiosidades
Hay conceptos y lugares que me provocan gustera, que invitan a cerrar los ojos en mitad de la sonrisa. Una de estas imágenes, es la de un gabinete de curiosidades.
Estos rincones llenos de historias empezaron siendo espacios donde mostrar y coleccionar objetos de cualquier parte del mundo. Para mí, ahora, son la metáfora perfecta de lo que soy y de lo que deseo.
Gabinete de Curiosidades de Cornelis van der Geest
En mi gabinete de curiosidades personal hay trocitos de vidas ajenas, porque quien pasa, algo deja. Cada cruce emocional, con o sin intención, implica una anécdota, una frase, una sensación que almacenar en las estanterías.
Aquí, entre frascos de aromas que a veces se abren de repente llevándote a un momento impreciso e inesperado, también hay fotografías recortadas, porque supongo que el tiempo borra el contorno de algunas imágenes.
Los gabinetes de curiosidades, al menos el mío, tiene una biblioteca desordenada con libros de toda temática que han conseguido mi expresión de asombro. Y digo desordenada no por el caos, si no porque varias disciplinas quedan abiertas al mismo tiempo y elegir qué leer, qué aprender, no es tan sencillo como cuando había menos ejemplares. Pero ahora es más divertido.
Hay colocadas en las mesas de madera varias decenas de frascos con una conversación sobre el más allá, muchas del más acá, la interpretación de mi carta astral, las clases de danza africana, los apuntes sobre la Ley del Kybalión y por allí, apartadas, también las cápsulas de cuando me daba miedo que el Jesus crucificado de casa de mi abuela supiera que yo estaba pensando guarrerías.
Y entre tanto cachibaque, hay temas recurrentes. Hay estanterías destinadas a esos temas que con el paso del tiempo reciben nuevos objetos con los que yo amplío o reduzco información, porque el gabinete tiene sumas y algunas restas.
Mi tema favorito en los últimos tiempos es la frustración. La miro ahí expuesta y me siento a estudiarla a partir de las entrevistas que hago en Bajo el limonero, porque hablo con mujeres más sabias para que se sepa su proyecto, y porque quiero seguir llenando este gabinete de curiosidades.
También pregunto mucho a las personas que me dan el espacio por eso que les provoca calma en mitad del caos. Saber qué música suena cuando lloran, o cuando seducen. Descubrir qué pasos sigue cada uno para volver a los lugares felices.
Sí, la fabricación del propio rincón de paz tiene un altar propio que se alimenta de auto-observación e ideas ajenas.
Y hoy me he acordado de lo importante que es saber habitar un gabinete de curiosidades porque hablaba con mi amiga Mónica de los ingredientes del amor cuando es una pareja lo que construyes, y los ingredientes que usas cuando cocinas una amistad.
Y sea cual sea la receta, a mí me gusta bien aliñada de curiosidad. En el momento en que no hay nada que aportar a mi asilvestrada habitación del asombro, no sé cómo avanzar.
Otro día tocará rescatar todos los álbumes con instantes donde las amigas dieron la pista definitiva, o los vinos que acabaron en ideas, o esa reflexión tan tonta que te hizo un poco más lista.
Pero hoy cierro las puertas y abro un poco las ventanas, que este templo del asombro se tiene que ventilar.
Y después de este tour guiado por algunas salas especiales de este gabinete, ¿qué no puede faltar en el tuyo? ¿qué es lo último que ha despertado tu curiosidad?
GRACIAS por llegar a esta línea.
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