Una no sabe lo que le queda por aprender hasta que la dejan en visto, otra vez.
Esta mañana pensaba en P., y he tenido que esforzarme más de lo previsto por escribir mails decentes donde les contaba a bibliotecas y centros de mayores por qué es interesante que me dejen hacer talleres allí y leer algunas páginas de El sofá de Carmen.
Cuando he conseguido sentirme útil, aunque haya echado alguna mirada relámpago al móvil buscando qué sé yo, me he ido al Instituto Italiano de Madrid a ver la exposición que P. y yo queríamos ver juntos, porque de entre todas las cosas que pueden vincular a dos desconocidos, a nosotros nos sirvió de excusa la atracción sobre el arte italiano, Sorrentino y cualquier elemento que podamos meter en este saco de acento musical.
Al salir de aquel lugar al que pensé que iría acompañada le mandé un mensaje a H. medio llorosa porque me siento muy idiota y no sabía con quién permitirme verbalizarlo sin sentirme más juzgada.
Hoy, también, mi amiga S. me escribe desde Canarias para decirme que viendo nuestras fotos ha pensado que somos un poco gemelas, y yo he pensado que ojalá, porque tiene una vibra preciosa y además es una disfrutona y yo quiero que me alboroten el pelo sin complicaciones, ese que S. y yo tenemos tan parecido.
También me ha dicho que viene a Madrid a celebrar su cumpleaños y me ha acariciado el ánimo saber que quien quiere, está. Desde una isla, desde una azotea, desde la esquina o desde el móvil. La vida es así de sencilla.
Escribo este batiburrillo en un cuaderno mientras como pollo con boniato en un bar pequeñito enfrente del Cine Doré, porque cuando estoy triste o no entiendo algunas cosas, me voy a hacer sola lo que quiero compartir con otros, y así me recuerdo que no necesito, solo quiero. Y creo que así la realidad me aprieta menos.
Con el plato a medias pienso que P. es psicólogo pero no sabe anticiparse a la emoción ajena y tampoco cuidarla. Yo no entiendo qué enseñan por ahí. O mejor, no sé qué es lo que algunos quieren aprender.
Hay un coño en la pared que habla de María Magdalena, y quienes me conocen saben que resueno mucho con esa mujer (cosas de meigas…) y el cartel dice: Gloria, Amor y Reparación.
Yo lo miro y lo deseo para mí, las tres palabras, pero en orden inverso porque creo que es lo sano.
Hay un punto de mantra diabólico en el gesto de archivar y desarchivar un chat. Yo no entiendo nada, y mi amiga H. que es muy sabia y felizmente mira desde fuera lo que yo ahora no sé, me dice que de las historias a veces hay que irse sin decir palabra, y otras dando un portazo. Yo esta puerta aún no sé cómo cerrarla, para qué engañarnos.
Aún así, qué fortuna tenerla para que me ayude a sostener el desconcierto antes de disolverlo.
Los de la mesa de al lado han empezado a hablar de El Hormiguero y me han jodido la inspiración, aunque de pronto me he acordado de algo que me maravilla del arte italiano y es que mezclan lo sucio y lo bello, la muerte y los colores brillantes, lo cutre y lo grandioso. Y yo soy un poco así, de melodrama y flores, de escritura terapeútica por delante y Pablo Motos de fondo.
En lo que llega el postre me meto a Bumble, pero yo sé que no lo hago con la mejor actitud para ponerme a charlar, pero yo rebusco y pienso que el ánimo que me deja esta app es culpa de las fotos de misioneros de Aliexpress y surferos de ciudad sin mar, y no tiene nada que ver con que yo no sé hablar en cadena y que me gusta el ritmo lento y personalizado.
Mira, yo no sé si tú que me lees andas metido en un tonteo o fabricando un principio, pero por favor te pido que cuides las referencias que le das a la otra persona y el contexto en el que se mueve este inicio de lo que sea.
Explica lo que sea necesario para que el otro te conozca desde un lugar mullido y confortable, que la realidad ya se encarga de ponerte asientos de mierda. Habla y comenta lo cómodo y lo incómodo, que de esta mezcla sale la vulnerabilidad buena para verse mejor. Y no dejes mensajes sin contestar, que eso está muy feo y si andas falta de tiempo se puede hacer en un momentito de esos tontos que echas en el baño.
Dicho esto, voy a releer sin corregir el texto, solo la letra, por aquello de las faltas de ortografía, pero quiero que quede esta crónica sin sentido para quien quiera, para quien esté igual. Y me voy con mis amigos, a ver un documental, a brindar, a que me digan con total convencimiento que pase del tema, que algo mejor vendrá.
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Me encantó este post querida, palpo el sentimiento con mis manos! Queremos más.
¡Eres una ama, querida!