Bumble, el hogar de las heridas disimuladas
Da miedo pensar la cantidad de heridas abiertas que hay pululando por Bumble sin la mínima intención de curar.
Hace dos meses que se acabó una historia que me hacía ilusión. Bueno, yo sabía que esa historia estaba rota mucho antes, pero soy optimista, o tenía miedo de mirar, o quizás las dos cosas en armónica alternancia.
El caso es que se terminó.
Yo me metí en Bumble (app de citas, por si alguien no la ha visitado aún) a las tres semanas o así. Dejé unos días para rebozarme en las dudas, otros para el cabreo y la tristeza, y ya después, fui aceptando las cosas como son. Y en este momento me planté en Bumble, con mi perfil elaborado, porque una se curra la biografía, claro.
No estaba allí buscando sexo veloz, porque la historia que acabó me dejó ligera tarita. Tampoco vincularme, porque me parece injusto intentar sin terminar de soltar. Yo estaba allí para llenar un vacío grande que la ausencia de R. dejaba en mi rutina.
¿Qué hago con toda esta ternura?¿Y con los cuidados? ¿Qué hago con las caricias y los besos? ¿Dónde tiro el interés de querer construir un lugar bonito con otra persona? ¿Dónde se recicla todo lo que quería hacer y no va a tener su oportunidad?
A Bumble fui por la inercia de lo fácil, a ver si ahí llenaba el vacío emocional de esos globos desinflados, pero también por el vacío físico, más tangible.
Los viernes comía con R. Ya no. Tampoco están esos días durante la semana en que cenábamos juntos, ni el café improvisado, o hablar durante un paseo, saber qué tal iban las cosas en el trabajo, el chisme del amigo, o la preocupación de la amiga. Y por supuesto, tampoco estaba la notificación diaria en el móvil.
Y cuidado con el silencio tan grande que deja una conversación cotidiana cuando se acaba. Al desaparecer deja un hueco como el del hambre. Con rugido de tripas incluido.
Y para saciar, fui a Bumble.
Hay gente que busca cuerpo, otras coleccionar matches, supongo que también habrá quien quiera expandir sus fotos-polla o quien solo necesite que le digan lo guapa que está posando en la playa. Yo solo quería dejar de tener hambre.
Y ahora voy a la reflexión que he compartido con varias amigas que usan aplicaciones, y también con hombres, porque la indiferencia que está creciendo como maleza al lado de las carreteras, es unisex.
A. y yo un día nos comentábamos, serias y preocupadas, que hay una escasez asombrosa de responsabilidad afectiva. La velocidad a la que pretende el personal crear lazos es incompatible con lo sano, con lo real.
Para coincidir con una persona que tenga tiempo, herramientas y predisposición a invertir palabras y afecto, del tipo que sea, antes has tenido que hablar con más de 10 que tienen crisis de los 40 muy mal llevadas, otro que desaparece a la primera pregunta emocional, un par que mezclan tu historia con la de otras, el que viene con toneladas de trauma para que lo cargues tú y algún perfil más que debo olvidar porque entre el ghosting y el sexting desubicado, me he saturado.
Y todo esto, en unos 10 días que debo haber durado en la app. Da miedo pensar la cantidad de heridas abiertas que hay pululando por Bumble sin la mínima intención de curar.
También es cierto que yo llegué allí anhelando la complicidad que tenía después de muchos meses, y eso sí que es complicado de localizar entre tanto ruido, foto de surf y distintas perspectivas de vacaciones en Bali.
Como dice mi amiga H, el vacío, para llenarlo bien, hay que cruzarlo a pelo.
Llega el fin de semana y necesito tomar aire antes de entrar en el viernes. Reconozco que casi dos meses después hay días en que me agota tener tantas horas por delante para pensar, pero por la propia naturaleza del duelo, cada vez me acuerdo menos y eso me da mucha paz.
R. no es lo que yo merecía y yo quizás tampoco lo que él quería o necesitaba, esta certeza lo hace todo más ligero. Pero el hueco de las dimensiones de un meteorito que deja lo bonito que ya no está, uf. Y no, ese resoplido a mí no me lo ablanda un match, menos en los tiempos apáticos que nos ha tocado gestionar.
Algo raro está pasando cuando los titulares dicen que cada vez se tienen menos relaciones sexuales, pero en las aplicaciones conoces antes su postura favorita que el nombre de su pueblo. Algo raro está pasando cuando das un abrazo un poco más largo y celebran que seas la persona más cariñosa de su microplaneta.
El tacto sin pretensiones no debería provocar sorpresa. Y el sexo no debería ser una pantalla que tapara qué necesitas de verdad para estar bien.
Y dicho esto, termino esta verborrea matutina confesando que me siento algoo perdida, porque yo sigo buscando dónde colocar la ternura, y no hay espacio. No veo ni una esquinita donde colocarla. Aunque seguiré mirando, como cuando vas a una cafetería llena de gente y alguien se mueve dejando a la vista un sitio donde sentarte. Pues ahí estaré yo, preparada, curiosa, y atenta por si acaso alguien se sienta a charlar y a ver qué pasa.
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