El amor y la orfebrería
Mudar un vínculo de lugar es un trabajo de orfebrería emocional, un arte delicado que construye con movimientos pequeños un objeto duradero.
«Lo que más le dolía no era que él no la quisiera ahora, sino sentir que nunca la había querido realmente, si bien le tenía cariño - ¿hay algo peor que que te tengan cariño?-»
Sí, que lo digan y no se note.
Las tramas se acaban, evolucionan, se mudan de nombre. Y punto.
Yo, por defecto emocional, tengo tendencia a rebuscar en las razones hasta dar con una que justifique el temblor que no me apetecía sentir, aunque lo viera venir de lejos, aunque lo necesitara. Pero la realidad es que ¿y qué más da?
Estoy aprendiendo a ahorrar energía para la parte más difícil, que es demostrar la realidad que hay detrás del discurso mullido, suave, donde eligen cambiar el vínculo. Ese discurso con tintes torpes y alguna laguna narrativa donde te dicen algo así como “Ya no quiero seguir romantizando mi relación contigo, quiero ser tu amigo”.
Ahora llegan esos días en los que se revela si la ternura, la confianza, el tiempo compartido, el amor en alguna de sus formas, era una emoción auténtica o el “ser amigo” es una forma dialéctica de dar un golpecito en la espalda.
Saber ser amiga de alguien a quien has deseado o deseas es un ejercicio de orfebrería. Es colocar la emoción, las conversaciones, lo que sabes de él, lo que saben de ti, un poco de ego, otro tanto de echar de menos, complicidad, restos de planes, ganas de repetirlos, una pizca de certeza y alguna duda en un nuevo lugar, con pulso lento y destreza precisa.
Para mí es un arte delicado que trabaja con gestos pequeños para transformar lo que tienes en algo duradero.
Hay peligros, eso es incuestionable.
Lo que antes era un vínculo simétrico, ahora ha perdido el equilibrio. Nunca es real eso de dejarlo por mutuo acuerdo, que dos estén en sintonía para mudar el rol, es casi ciencia ficción, siempre hay uno que en el tropiezo se tuerce más el tobillo.
Así que sí, el cambio de rol tiene sus complejidades, sobre todos sus tiempos.
¿Quién y cómo se ejerce el cuidado emocional en la transición? ¿Quién escribe primero? ¿Cuánto tiempo va a pasar hasta el nuevo “Hola”? ¿Cuál será el primer plan del nuevo vínculo? ¿De verdad queremos ser amigos?
Al principio siempre hay preguntas de más y otras que son imprescindibles para evolucionar honesto, aunque no tengo muy claro cuál es cuál.
Mi experiencia me dice que de todas las veces que he escuchado el manido “quiero ser tu amigo”, muy muy muy pocos (¿2 o 3?) se van a arremangar contigo para de verdad ser y construir una amistad.
Ser amigo es preguntar qué tal y esperar la respuesta completa. Seguir los capítulos de las historias, a veces perdida pero interesada. Ofrecer soluciones, celebrar, ser lugar seguro para días raros, tener un plan a mano donde no hay expectativas, disfrutar del gusto silencioso de estar bien acompañada.
Ser amiga es respirar relajada porque a pesar de todo, queda lo importante. Lo que para ti es ineludible para quedarte cerca.
Yo no sé muchas cosas, pero sí tengo claro que me duran más los amigos que las parejas, y que pocas parejas (o intento de serlo) son amigos porque es un trabajo lento con legado grande, que requiere de mucho amor y la mayoría dicen adiós sin pizca de esto.
En cualquier caso, y como decía mi querido Pepe Mujica «No se cansen de ser buenos, aunque ser bueno no sirve para mucho. Sirve para no arrepentirse con uno mismo».
Y a partir de ahí, ya vamos viendo.
Y tu día, ¿qué tal?
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