Saber bailar la ilusión ajena
Esta semana me he tatuado una de las ilustraciones que acompañan la historia de `El sofá de Carmen´. Es un diseño que habla de mi abuelo, de sus inseguridades, de la guerra, de ser revolución y llegar a mariposa.
La mano que ha puesto tinta en mí es la misma que ha trazado las imágenes que recorren el libro, mi amiga Olaya Mo.
Recuerdo la primera vez que hablé con ella para comentarle que estaba escribiendo un libro, que no tenía nada más que la idea y un cuaderno lleno de retazos, pero que me imaginaba el proyecto con dibujos suyos. Su ilusión fue tan contagiosa que sumada a mi intención, generó una alegría tan fuerte como para mantenerse en el tiempo -y esfuerzo- que implica publicar.
Pienso en esto y necesito rescatar una reflexión de Marta D. Riazu en su libro `Agua y jabón. Apuntes sobre elegancia involuntaria´, porque me recuerda la energía de Olaya y la actitud que me gusta tener de vuelta cuando soy consciente de tener delante el sueño de otro:
Las ilusiones son intocables. No se pueden jugar con ellas. Esa cautela va desde no ser un aguafiestas hasta celebrar las rarezas ajenas. Si al otro le hace feliz, hay que subir a la mesa a bailar “Angelitos negros.”. Lo que sea.
Y un poco sí. Ella ha acompañado como más me gusta, haciendo lo que siente con lo que yo le digo que quiero contar. La libertad creativa al servicio de la rareza y felicidad ajena.
También recuerdo por qué fue Olaya la que me provocó el pinchazo dentro, el “aquí es”. Ella es arquitecta y empezó a tatuar en el confinamiento lisboeta. Hace tres años pintaba sobre la piel de una naranja, y ahora vive de ello. Hace tres años los dibujos seguían en sus cuadernos, y ahora viene en mi libro.
Yo no lo sabía cuando sentí el escalofrío ante un dibujo de ella, pero lo que mi cuerpo me decía es que unir a tu camino a gente curiosa, atrevida, que acciona, que intenta y que sabe aprender, además de un resultado bonito también te subraya la certeza de “sí, se puede, y esta persona te va a contar cómo”.
Desde el primer sí de Olaya hasta el tatuaje que hoy luzco, han pasado muchos meses, estaciones de sol, lluvia y viento incómodo, mudanzas, renuncias, dudas y aciertos. Cada una por su lado, compartiendo y ajustando la ruta. Y lo hemos conseguido.
Muchas tardes de página en blanco o agendas cruzadas, temía que aquello tan nítido en mi deseo, llegara a ser real de una manera borroso, distinta. Pero no, ha salido mejor. Todo se ha colocado en el momento justo con espacio para lo que mis ideas no llegan a fabricar.
El día 2 de noviembre `El sofá de Carmen´ llega a las librerías, y la siguiente parte del sueño es entrar a una y verlo ahí, en una mesa, llamando desde la portada a curiosos que como yo se pasean abiertos a que un título o una imagen les susurre que ahí tienen algo que contar.
El día 11 de noviembre amigas, familiares, conocidos, viejos nombres y espero que alguna cara desconocida, se juntarán conmigo en la Biblioteca Eugenia Trías, en el Retiro en la presentación del libro, a escuchar quién es Carmen, qué cuenta en sus sofá, cómo se construye la memoria y lo sano que es poder -y saber- inventar.
Tú que lees esto ahora, deseo que leas el libro, cuando quieras y puedas, y sobre todo que hagas caso a mi agradecimiento final. No te digo cuál es, tienes que llegar.
Y mientras llega la lectura, no te olvides de bailar “Angelitos negros” o lo que sea con esa persona que te busca para brindar. Las ideas compartidas son una mejor realidad, doy fe.
Nos deseo saber bailar la ilusión ajena y la buena fortuna, y ratitos de calma para verla venir 💫
Gracias por leer hasta aquí, comparte, comenta, interactúa si te lo provoco… y ¡que tengas bonito día!
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En librerías está desde el 2 de noviembre, y la presentación en Madrid es el 11/11 (número mágico, lo sé).
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